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De la urna a la tumba (y viceversa). El sufragio como símbolo del republicanismo (1868-1872)

Hernán Rodríguez Vargas (Università degli Studi di Salerno)

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“D. Juan Tenorio”, La Correspondencia del Diablo (3-XI-1872), Biblioteca de Catalunya.

El segundo año del reinado de Amadeo I está a punto de concluir. Después de las elecciones de marzo de 1871 y abril de 1872, caracterizadas por la corrupción, la coerción y la represión por parte del gobierno del entonces ministro Práxedes Mateo Sagasta[1], el semanario satírico republicano La Correspondencia del Diablo evoca, a través de la publicación de una cromolitografía a doble página, la escenografía de la Segunda Parte de la aclamada obra teatral Don Juan Tenorio de José Zorrilla[2]. Esta se desarrolla dentro del panteón familiar de los Tenorio[3], solo que el periódico ilustrado se ha tomado la libertad de ambientar la escena en un espacio cerrado y no en el florido jardín previsto en la obra original. La parodia ilustrada sitúa en el papel de Don Juan al nuevo presidente Manuel Ruiz Zorrilla, acompañado por el ministro de Estado Cristino Martos. Ambos personajes se encuentran frente a los restos de una serie de elementos heterogéneos cuyo punto en común son las esperanzas que en ellos habían depositado los republicanos desde septiembre de 1868: la Gloriosa revolución, la hacienda del país, la moralidad de la clase política, el pueblo español y el sufragio universal.

El muerto más temido por Don Juan es justamente el pueblo español, al que señala y que yace muerto a causa de la conscripción obligatoria (las quintas), mantenida en sus esfuerzos por sofocar tanto la guerra en Cuba, que por entonces ya va por su cuarto año, como la guerra carlista, iniciada en abril. La nueva doña Inés, la Gloriosa, a diferencia de su referente literario, no emerge del sarcófago para salvar el alma de Don Juan. Desde el punto de vista del semanario barcelonés el gobierno de Ruiz Zorrilla está abocado a su fin.

Junto al sepulcro del pueblo español, como se ha dicho, yace el sufragio universal, cuya urna sepulcral lleva las siglas D.O.M. (Deo Optimo Maximo). Dentro del rico arsenal de símbolos e imágenes del republicanismo durante el Sexenio Democrático, la imagen de esta tumba ha de ser la más recurrente[4]. Como veremos a continuación, la representación de la urna electoral, en sus diferentes acepciones, fue para el republicanismo un potente símbolo, capaz de vehicular el propio mensaje político, así como, a la vez, las esperanzas y las desilusiones depositadas en este ritual de identificación colectiva, de integración y de manifestación de la soberanía popular[5].

Un símbolo taumatúrgico  

A lo largo de la cultura visual europea de carácter liberal del siglo XIX, junto a la Constitución –comprendida como símbolo y no solo como carta magna–, la urna del sufragio universal constituyó uno de los mayores símbolos de aquel sujeto coral continuamente llamado a definir su propio destino político[6]. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la Francia de la Segunda República, con el dibujo realizado en marzo de 1850 por la ciudadana Marie-Cécile Goldsmid, dedicado a Alexandre Ledru-Rollin y cromolitografiado por Frédéric Sorrieu. La estampa lleva por título “Le Suffrage universel” y constituye un gran esfuerzo de promoción política por parte de las oposiciones de izquierda que buscaron influir en las urnas después del giro conservador causado por la elección de Luis Napoleón Bonaparte como presidente en diciembre de 1848.

La imagen es todo un manifiesto de la forma en la que todavía Francia puede cambiar las tornas y configurar una república democrática y social. En el centro de la cromolitografía se encuentra la urna del sufragio universal, en donde han de converger las voluntades populares que vienen de todas direcciones a manifestarse. Esta asociación entre el sufragio y la Marianne coincide además con las aspiraciones republicanas que, en España, ya estaban circulando por esos años y tomarían toda su fuerza durante el Sexenio. Dicho de otro modo: el sufragio universal debía ser republicano o no debía ser. Como ya lo declarara Pi y Margall en uno de sus más célebres manifiestos durante la revolución de 1854: «O proclamas el principio del Sufragio Universal, ó conspiras contra tu propia dignidad, cavando desde hoy con tus propias manos la fosa en que han de venir à sepultarse tus conquistadas libertades»[7].

Si bien desde las Cortes constituyentes de enero de 1869 y desde la proclamación de la Constitución de junio de ese mismo año, la afirmación del sufragio universal (masculino) representó un triunfo para los republicanos, se trataba de un triunfo parcial o, más precisamente, de un triunfo contaminado, enfermo. A ojos de los prohombres del republicanismo, la convivencia del sufragio universal, como de las demás conquistas democráticas, con el artículo 33 de la nueva Constitución, que contemplaba la Monarquía como forma de gobierno de la Nación Española, resultaba ser una gran e ineludible contradicción. De hecho, como sostuvieron muchos de ellos, esta paradójica convivencia era el más claro signo de que la Gloriosa revolución había sido traicionada[8], cuando no, como en la caricatura del Don Juan, completamente exterminada.

En este contexto, el símbolo del sufragio universal, máxima encarnación de la voluntad popular, cobró, dentro de los mecanismos de politización del republicanismo, una doble acepción. Por una parte, era capaz de contener el sueño de darle forma a la República, siguiendo el ejemplo de la promoción política por imágenes de la Francia revolucionaria de 1848. Por otra, era capaz de decretar el fracaso o, incluso, la muerte de ese mismo anhelo y, con él, la muerte de la comunidad política exhortada a participar a través del voto. De ese modo, entre la Revolución de Septiembre y febrero de 1873, la urna electoral fue expresión tanto de la muerte, como de la resurrección. Tanto la cura, como la enfermedad. Un recipiente de ilusiones y desengaños. De conquistas y de fracasos. Un símbolo profundamente taumatúrgico, a su vez condicionado por las tensiones y contradicciones del periodo.

De la muerte a la resurrección (y viceversa)

El 8 de octubre de 1868, el periódico republicano Gil Blas publica una caricatura denominada “Una cura maravillosa” (fig. 1). En la imagen, la alegoría de la Libertad da de beber un caldo milagroso a la representación, también alegórica, de la nación agonizante. La nación se encuentra postrada en una cama, cuyo cabecero son las columnas Plus-Ultra. A sus pies descansa el León hispánico, que hace las veces de animal doméstico acompañando en la agonía a su ama España. Tal remedio es el sufragio universal. Apenas unas semanas después de la Septembrina, todas las esperanzas estaban puestas en el sufragio universal como medio a través del cual llegaría la República.

Fig. 1: Francisco Ortego, “Una cura maravillosa”, Gil Blas (8-X-1868), Biblioteca Nacional de España.

En esta misma dirección, en medio de los esfuerzos por promover el republicanismo y de las esperanzas por afirmar la República a través del sufragio universal, el 19 de marzo de 1871, el también periódico satírico La Campana de Gracia, poco antes de las elecciones de ese mismo mes publica “La resurrección” (fig. 2). La imagen, aprovecha la efeméride del calendario cristiano y establece una analogía entre la pasión de Cristo y la republicana, planteando así la Pascua de Resurrección de la República. En la imagen, la matrona republicana se alza por encima de aquellas figuras políticas –los traidores de la Revolución de Septiembre– trasunto de los infieles que ven con sorpresa y estupor cómo ésta emerge del sarcófago-urna del sufragio universal. Entre ellos, en la parte inferior izquierda destaca la figura de Sagasta, quien para entonces ya se había convertido en uno de los principales blancos de la sátira política republicana, justamente a causa de sus esfuerzos por reprimir las opciones políticas divergentes de su posición conservadora[9].

Fig. 2: AW° [Tomás Padró], “La Quaresma política. La resurrecció”, La Campana de Gracia (19-III-1871), Biblioteca de Catalunya.

Gracias a los mecanismos de promoción política del republicanismo durante el Sexenio, a la socialización de las ideas republicanas y al constante empeño de sus prohombres, la participación popular fue cada vez mayor[10]. En ese proceso, catecismos y cartillas electorales fueron continuamente publicados y difundidos. Sin embargo, eso no bastó para confirmar la República como nueva forma de gobierno. Sería precisamente el fracaso de esos comicios y, todavía más, los de abril de 1872, lo que provocaría que el símbolo de la urna sepulcral se enfocara mayormente en la muerte y la desesperanza. Con mayor motivo, cuando entre marzo de 1871 y abril de 1872, a la crisis provocada por la guerra de Cuba, se le sumó, primero, a nivel internacional, la experiencia de la Commune de Paris y de la guerra Franco-Prusiana y, más tarde, justamente a finales del mes de abril, a nivel local, la guerra carlista. 

Tal y como lo atestiguaron algunas cajas de cerillas ilustradas del periodo, la muerte simbólica del pueblo y la muerte física de combatientes y civiles coincidieron en un trágico destino común. Estas dos formas de presencia de la muerte de la comunidad –física y simbólica– anticipan el panteón familiar-nacional que Don Juan habría de encontrar, justamente, para la efeméride de Todos los Santos de aquel noviembre de 1872[11].

Fig. 3 y 4: Aquí yace el sufragio universal y Ley de Estado de sitio, caja de cerillas, 5x3cm, 1871-1872 c.a., Biblioteca Nacional de España.

En medio de este drama social y político es donde se sitúa el testimonio visual de Don Juan Tenorio dentro de las páginas de La Correspondencia del Diablo. El nuevo Don Juan, Ruiz Zorrilla, al menos desde el punto de vista republicano, es perfectamente consciente de que la Nación ya no solo es una enferma agonizante, como en la representación de Gil Blas, sino que se ha transformado en un panteón. La teatralización de la política, en este caso, no solo está íntimamente relacionada con la popularidad de las artes escénicas y circenses, sino con todo el ritual político de la fiesta electoral, que terminó por convertirse en un auténtico velatorio.

En efecto, el saldo de las elecciones y de las guerras en curso había dejado para los republicanos solamente sinsabor y desesperanza. Para noviembre de 1872, por tanto, estos últimos, en medio de grandes tensiones internas, estaban más cerca de aspirar a la República por la vía armada que a través de la vía legal[12]. El título de la obra de Romualdo Lafuente, publicada ese mismo año, lo dejaba claro: Á las armas o á las urnas. Si bien el autor se inclinó en su folleto hacia la última y no hacia la primera opción, fue por entonces cuando creció exponencialmente en la opinión pública republicana el apoyo a la vía violenta[13].

Con todo, la República llegó en febrero de 1873, no tanto por la fuerza de las armas o de las urnas, sino por las debilidades de la monarquía de Amadeo I, abriendo así un nuevo espacio de expresión y de creación para las formas tautológicas del sufragio universal como símbolo, que se prolongaría durante la Restauración.

¿Hacia una política de ultratumba?

A modo de corolario, si extendemos la metáfora iconográfica del Don Juan de la obra de Zorrilla, la auténtica doña Inés del teatro político del Sexenio, más allá de la Gloriosa, sería la alegoría de la República. La misma capaz de resucitar continuamente, de materializarse, como aconteció en febrero de 1873, y de apagarse, primero en su forma Federal, en enero de 1874 y, más tarde, en su forma conservadora, como aconteció en diciembre de ese mismo año[14]. O incluso, de convertirse, como en la obra teatral, en una sombra que, desde el pasado, busca consolar y ofrecer a la Nación un rescate definitivo.

En esta dinámica, resulta interesante pensar en la potencialidad del símbolo del sufragio universal y su promesa de soberanía popular a mayor escala. Esto es, con relación a otros tipos de experiencias políticas asociados a la muerte y al más allá. Un primer ejemplo es el uso del sarcófago o piedra sepulcral con relación a las diferentes Constituciones españolas del siglo XIX[15]. Otro son los rituales y las imágenes políticas republicanas donde la doble relación –de matriz cristiana– de la muerte con la resurrección, y de esta última con la salvación teleológica y el tiempo kairótico[16], juega un papel fundamental.

La importancia que asumió durante ese mismo periodo el martirio político y la retórica del sacrificio resulta ser también una clara forma en la que la muerte asume un telos político, asociado a las ideas de salvación y de redención futura[17]. Sin olvidar, en esta misma dirección, el uso lingüístico de palabras de orden religioso como «evangelio» y «catecismo», junto a las palabras de orden político, como «democracia» y «república»[18]. En esta compleja trama de la imaginería, en consecuencia, nos encontramos ante formas de socialización política y de politización que van más allá de las cuestiones terrenas y se sitúan en un espacio donde aquello que sucede después de la muerte –literal y metafóricamente– tiene un impacto sobre la vida de las comunidades políticas en determinados contextos históricos sobre los cuales merece la pena seguir reflexionando.


[1] Eduardo Higueras Castañeda, «Las elecciones serán todo lo puras que puedan serlo en España»: La corrupción electoral durante el reinado de Amedeo de Saboya (1871-1872), en Borja de Riquer, Joan Lluís Pérez-Francesch, Gemma Rubí, Lluís Ferran Toledano y Oriol Luján (editores), La corrupción política en la España contemporánea, 2018, pp. 531-544.

[2] José Zorrilla, Don Juan Tenorio, drama religioso-fantástico, Madrid, Imprenta Repullés, 1844. El drama se estrenó el 28 de marzo de ese mismo año.

[3] John Dowling, «José Zorrilla y la retórica de la muerte», Hispanic Review, 4, 1989, pp. 437-456.

[4] Marie-Angèle Orobon, Lara Campos Pérez, Sergio Sánchez Collantes, Alicia Mira Abad (editores), Diccionario simbólico del republicanismo histórico español, Madrid, Comares, 2024.

[5] Pierre Rosanvallon, La démocratie inachevée, Paris, Gallimard, 2000.

[6] Yves Déloye, «De la rue au bureau de vote (et réciproquement). Dessein et destin du rituel électoral en France (XIXe-XXe siècle)», Publications de l’École française de Rome, 1, 2008, pp. 361-380.

[7] Anuario republicano federal, Madrid, J. Castro y Compañía, 1870, p. 23. El texto original es de julio de 1854.

[8] Luis Moreno, «Reseña histórica de la revolución de septiembre», Anuario…, op. cit., 1870, pp. 264-265.

[9] José Luis Ollero Vallés, Del tupé a la porra. La construcción de la imagen de Sagasta en el Sexenio Democrático, en Gonzalo Capellán de Miguel (editor), Dibujar discursos, construir imaginarios. Prensa y caricatura política en España (1836-1874), Cantabria, Universidad de Cantabria, 2022, pp. 245-265.

[10] Ángel Duarte, El republicanismo. Una pasión política, Madrid, Cátedra, 2013; Manuel Suárez Cortina, El león durmiente. Democracia, republicanismo y federalismo en España, 1812-1936, Santander, Universidad de Cantabria, 2022; Florencia Peyrou, La Primera República, Auge y destrucción de una experiencia democrática. Madrid, Akal, 2023.

[11] Desde mediados de siglo, era tradición representar el Don Juan Tenorio de José Zorrilla el día de Todos los Santos (1 de noviembre), explotando la prensa satírica ilustrada dicha efeméride y su relación con la obra teatral. Ver Eva Lafuente y Cécile Fourrel De Frettes, «Du théâtre au congrès: le monde de la scène dans la caricature espagnole (1860-1914)», Ridiculosa, 29, 2022, pp. 73-91.

[12] Quintí Casals Bergés, Todo por el pueblo y para el pueblo. Los orígenes de la democracia contemporánea en España (1808-1890), Zaragoza, PUZ, 2023, p. 447.

[13] Romualdo Lafuente, Á las armas o á las urnas-folleto político, Madrid, Imprenta de Santos Larxé, 1872.

[14] Sergio Sánchez Collantes, Eduardo Higueras Castañeda, «La inflexión conservadora: la oposición al Federalismo en 1873 y la república del general Serrano», en Manuel Suárez Cortina (editor), La Federal. La Primera República española, Madrid, Sílex, 2023, pp. 287-320.

[15] Javier Fernández Sebastián, La constitución en efigie. Aventuras y desventuras del constitucionalismo, en Dibujar discursos…, op. cit., pp. 519-601.

[16] Jorge Vilches García, La Primera República Española (1873-1874). De la utopía al caos, Madrid, Espasa, 2023; Juan Pro, «Presentación. El lugar de la utopía en la Historia», en Historia Contemporánea, 73, 2023, pp. 763-767.

[17] Pierre-Marie Delpu, Les nouveaux martyrs XVIII-XX siècle, Paris, Passés Composés, 2024.

[18] Hernán Rodríguez-Vargas, Estudio preliminar y edición de Fernando Garrido, Catecismo Republicano, Zaragoza, PUZ, 2024.


OpenEdition vous propose de citer ce billet de la manière suivante :
Hernán Rodríguez Vargas (4 janvier 2025). De la urna a la tumba (y viceversa). El sufragio como símbolo del republicanismo (1868-1872). Atelier sur le satirique, la caricature et l’illustration graphique en Espagne. Consulté le 24 mai 2025 à l’adresse https://doi.org/10.58079/13076


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